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Diego Pino
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Capitulo 9- El rayito se va

Con todas mis fuerzas empecé a gritar en el sueño en cual estaba atrapado y pude despertar, adolorido para variar, con la mano gangrenosa, la frente cortada y una fiebre que me podría haber hecho delirar, pero bueno todo lo que estaba viviendo era un maldito delirio, me intente levantar y no pude, solo me seguí arrastrando y llegue a la tina del baño, de donde provenía un leve maullido casi apagado, me afirme en la tina y vi lo más terrible que he visto en mi vida, Mia estaba viva, pero estaba cortada, le faltaba una de sus patitas y en el medio de su cuerpecito había un corte profundo, aún así la pequeña aún conservaba fuerzas para maullar, todos los maullidos que escuche eran gritos de ayuda, no sabía que hacer, si la movía se iba a desarmar y moriría en el acto, de todas formas iba a morir,  mi pequeña bebé se estaba desangrando y no había nada que yo pudiese hacer, solo mirar, mis ojos se llenaron de lágrimas, aquellas que solo nacen del más profundo de los dolores, no lo podía creer, la maldita vida me quitaba lo único bueno que me había regalado. Mia levanto un poco su cabecita me miro con sus ojos azules una última vez y falleció, su pequeño cuerpo no aguanto las heridas. En ese momento una herida más grande nació, pero en mi alma, grite y grite que no, que esto no podía ser, le implore al pequeño ser que resistiera que volviese de donde estuviera, que no me abandonara, era mi rayito de sol y la vida me lo estaba quitando ¿por qué? ¿por qué? yo  pude haber muerto, pues la vida no tenía nada para mi más que ese pequeño ser que se había desangrando en la bañera. Todo estaba oscuro, por primera vez en la vida sentí la soledad, sentí un dolor incalculable y el peso de un mundo vacío, ya no había porque vivir, no había sentido en nada. Quizás al común de la gente los movía el peso de sus sueños y el amor de sus seres queridos, pero yo no tenía eso, solo tenía sueños rotos y seres con un apellido similar que despreciaban mi existencia, lo único que tenía era un pequeño animalito que llenaba mis días con sus locuras y su amor inocente e incondicional. 

Esto ya era mucho, no quería soportarlo más, pensé en clavarme el hacha en el brazo bueno y morir desangrado, pero había un detalle no menor, mi otra mano no servía para nada y ni siquiera sangraba solo tenía una congregación de sangre seca y pus no había nada más. Ni siquiera podía suicidarme de ese modo, pensé en otros métodos, pero nada me convencía, hasta que pensé en una cosa, algo que me liberaría de todo esto y que me llevaría a la verdad misma. Iba a enfrentar al demonio, si, yo iba a enfrentar a ese rubio demonio. Quizás todos nos hemos sentido envalentonados alguna vez, pero el miedo siempre nos detuvo a reaccionar ante ciertas cosas, por ejemplo yo viví con miedo de vivir mi vida toda la maldita existencia, ahora estaba acabado con una mano inservible, mi cabeza ensangrentada y el alma rota, pero como dice un viejo dicho "no hay nada más peligroso que un hombre con nada que perder". Tome el hacha y una risa sádica, yo también era un demonio e iba a matar al demonio, hice de tripas corazón y salí al pasillo con el pensamiento "matar o morir", esto iba a tener un final.

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